Revista Perspectiva | 14 marzo 2025.

Crisis, democracia e igualdad

    14/05/2015.

    Javier Doz

    Presidente de la Fundación 1º de Mayo

     

    Desigualdad y retroceso democrático son vectores políticos y sociales que están en la génesis de la actual crisis financiera y económica. Por su parte, la crisis está causando una desigualdad aún más profunda y erosionando, todavía más, la calidad de la democracia, desde las estructuras del poder político pero también desde algunas corrientes sociales.

    Como han mostrado autores como Stiglitz (2012), Krugman (2012) y Piketty (2014),  el crecimiento de la desigualdad se encuentra entre los factores principales que  han provocado la Gran Recesión. Resumiendo: los ricos a especular, trabajadores y clases medias a endeudarse, y los bancos a endeudarse todo lo que pudieron para prestar a ambos y especular ellos mismos, en beneficio de unos directivos que se pusieron a sí mismos unas descomunales retribuciones a costa de todos. Los gobiernos, es decir los contribuyentes, han pagado la factura. Kumhof y Rancière (2010), economistas del FMI, han destacado la desigualdad como causa de la crisis, comparando las dos últimas grandes crisis del capitalismo (1929 y 2007/2008); y la relacionan certeramente con el debilitamiento de la fuerza de los sindicatos. El debilitamiento de la negociación colectiva sumado a unas reformas fiscales regresivas produjeron, en EE UU, en las décadas anteriores al estallido de ambas crisis una fuerte desviación en la distribución de la renta en beneficio de la parte de la población de mayores ingresos (el 10% y mucho más aún para el 1% más rico). Joseph Stiglitz (2012) analiza con rigor la mutua interacción entre la desigualdad y el retroceso de la democracia para generar la crisis. Los ámbitos supranacionales con pocas reglas y menos gobierno, es decir con nula democracia, son los ideales para que el capital financiero y las empresas multinacionales impongan sus reglas e intereses. Pero en los Estados nación, donde los gobiernos son elegidos según sistemas democráticos formales –lejos de mi intención contraponer lo formal a lo real, hablando de democracia, como no sea para exigir ambas cualidades-, medios de comunicación, thing tanks, lobbies y demás aparatos ideológicos desempeñan un papel vital para cambiar las percepciones de la gente y hacer que se gobierne al servicio de las élites económicas y contra los intereses de las mayorías.

    La gestión de la crisis por las instituciones de la UE, bajo la hegemonía política del gobierno alemán y la ideológica de su economía política (mix de ordoliberalismo, economía neoclásica y consenso de Washington) no sólo ha sido ineficiente e injusta,  según sus resultados en términos de crecimiento, paro, pobreza y desigualdad, sino que ha sido escandalosamente antidemocrática. Los supuestos avances en la gobernanza europea, del Pacto por el euro plus al nuevo Tratado (Pacto Fiscal) están diseñados, ante todo, para imponer la austeridad, las reformas-recortes y la devaluación interna, y conllevan –fondo y forma se complementan- un clamoroso déficit democrático. La cima de la falta de democracia en la gestión de la crisis ha sido la acción de troika en los países “rescatados”. Lo ha reconocido el presidente Juncker en una asombrosa confesión: “En la Comisión nunca se habló de la troika y sus mandatos”. Entonces, ¿Quién decidió imponer sus brutales recortes que violaron constituciones, leyes o convenios fundamentales de la OIT? El desprecio por el cumplimiento de las normas legales fundamentales es uno de los rasgos más característicos de la conducta antidemocrática.

    Si en la génesis y el mal gobierno de la crisis están la desigualdad y el déficit democrático, sus consecuencias también deterioran las libertades y la democracia. Por un lado, han hecho crecer fuertemente en muchos países europeos corrientes sociales y políticas de extrema derecha, xenófobas y antieuropeas que suponen un peligro real para la democracia (hay que alegrarse, y mucho, de que en España sean fuerzas como Podemos y Ciudadanos las que “amenazan” el establishment político). Por otro, padecemos la respuesta autoritaria de los gobiernos a la protesta social motivada por la crisis. En autoritarismo, el gobierno del PP está a la cabeza de Europa (en el 2º lugar, probablemente, tras el húngaro de Viktor Orbán). La “resurrección” del artículo 315.3 del Código Penal, contra el derecho de huelga, y las leyes de seguridad ciudadana y de reforma del C.P., contra los de reunión y manifestación y la libertad de expresión, son algunas de sus acciones más descollantes contra la calidad de nuestra democracia.

    Como conclusión diré que la salida de la crisis y la construcción de un modelo de crecimiento sostenible tienen que venir acompañadas de un fuerte avance, en la realidad social y política, de los valores de la igualdad y la libertad; y de la capacidad de promover movilizaciones sindicales, sociales y políticas de carácter supranacional y articularlas con las que se producen en los ámbitos nacionales. La lucha por la igualdad y la democracia son hoy, de nuevo, inseparables. Más capacidad de control democrático de las instituciones políticas; más participación de la ciudadanía en la vida política, incluida la institucional; y la ruptura de los profundos lazos de mutua dependencia entre las élites políticas y económicas, son las claves para avanzar en la igualdad y la libertad y para construir un orden social, nacional e internacional, democrático, justo y sostenible.

    Referencias bibliográficas

    Krugman, Paul (2012). “Acabad ya con esta crisis”. Ed. Crítica, Barcelona.

    Kumhof, Michael y Rancière, Romain (2010). “Inequality, Leverage and Crises”. International Monetary Fund. Research Department, Washington.

    Piketty, Thomas (2014). “El capital en el siglo XXI”. Fondo de Cultura Económica. México,D.F.

    Stiglitz, Joseph E. (2012). “El precio de la desigualdad”. Santillana Ed.Gen.,Madrid.