Revista Perspectiva | 14 marzo 2025.

Hacia la Asamblea Sindical Abierta

    14/05/2015.

    Manolo Fages

    Secretario General de la FSC- CCOO Catalunya

    Los siete años que llevamos de profunda crisis económica han puesto al descubierto también que el modelo político, fruto del consenso democrático surgido de la transición, se encuentra terminado, un modelo que el paso del tiempo y el inmovilismo de los partidos tradicionales, básicamente el bipartidismo PP y PSOE, ha alcanzado un alto grado de desafección de la ciudadanía hacia la política, aumentando la abstención y la sensación de "todos son lo mismo", etc.

    La dramática situación generada por la crisis económica, con los inaceptables niveles de desempleo, los continuos recortes en derechos sociales y el empobrecimiento continuado de la sociedad, principalmente de la clase media y de la clase trabajadora, así como la falta de expectativas de una generación de jóvenes, seguramente la más preparada de nuestra historia, han dado lugar al cuestionamiento del sistema político de este país, sintiéndose no representados por la actual "clase política". Ese aire fresco de rebeldía y de concienciación, yo no diría política, pero sí social tuvo su eclosión en el 15-M, pareciendo que los ciudadanos iban a tomar mayor presencia en la vida política de este país, exigiendo una democracia real. Curiosamente, en plena expansión del movimiento 15-M se producen las elecciones municipales con un aplastante triunfo de la derecha del PP, que junto con la mayoría absoluta conseguida en 2011 han dado la mayor concentración de poder alcanzada por un partido en la democracia española.

    La verdad es que a medida que avanza la crisis, transformándose en una crisis social y política, coincidiendo además con la aparición de importantes casos de corrupción que afectan a algunos partidos políticos e instituciones, se hace más patente la necesidad de insuflar un soplo de aire fresco en nuestra anquilosada democracia, e incluso de iniciar un nuevo proceso constituyente.

    La sociedad reclama en estos momentos un mayor grado de participación en la vida política. No nos basta con votar cada cuatro años, son necesarios nuevos elementos de control sobre la acción política, de fiscalización de la gestión y de asunción de responsabilidades por aquéllos que tienen la obligación del buen gobierno de lo que no es suyo, sino que la sociedad hemos depositado en sus manos; pero el gobierno actual y el partido que lo sustenta, al contrario de escuchar las demandas sociales responde con medidas represivas, como son la "ley mordaza", la reforma del código penal, etc.

    En definitiva, en el contexto actual se constata la pérdida de calidad de nuestros sistemas democráticos, el descrédito de todas las instituciones -gubernamentales, judiciales, políticas, sociales, también sindicales- y se acentúa la necesidad de introducir cambios profundos en un momento de exigencia de regeneración y de nuevo impulso democrático. Transparencia en las actuaciones, rendimiento de cuentas, mecanismos participativos, utilidad en la acción... son elementos que hay que repensar en el actual marco de democracia representativa insuficiente.

    En estas nuevas realidades el mercado de trabajo está soportando, hace tiempo, continuados y profundos cambios. Las relaciones laborales han ido evolucionando imbuidas también de la lógica de la ideología hegemónica, que ha utilizado los avances técnicos y la internacionalización de los procesos productivos y de distribución para reforzar el poder unilateral del empresario, debilitando así el de los trabajadores organizados y dejando en la indefensión los colectivos más débiles, desmenuzando las unidades productivas para introducir una mayor flexibilización de los procesos y una precarización laboral con el objetivo último de aumentar la tasa de ganancias.

    En estas nuevas condiciones el sindicato tiene dificultades para ser la forma organizativa de los trabajadores de las pequeñas unidades productivas o de servicios, para unificar reivindicaciones de colectivos segmentados en condiciones y expectativas vitales diferentes, para dotar de eficacia las formas de lucha tradicionales.

    Estos cambios en el mercado de trabajo se producen en el escenario de una triple crisis -económica, social y político-institucional- donde el papel y la función social del sindicalismo tienden a quedar desdibujados, su credibilidad cuestionada y su utilidad ignorada.

    En los últimos tiempos el sindicalismo en general, y CCOO en particular, hemos sido sometidos a un intento de descrédito desde la derecha económica y social, que ha intentado a través de sus medios de comunicación el desmantelamiento del sindicalismo, como último freno a sus intereses ultra liberalizadores del mercado laboral. Por otro lado la presencia de personas vinculadas a los sindicatos en algunos de los casos de corrupción, junto a la percepción de parte de la sociedad que los dos sindicatos formaban parte del sistema político-social a que antes hacíamos referencia y por tanto que somos parte del problema, trasladando a la opinión publicada, más que a la opinión real de los trabajadores, la inutilidad de los sindicatos y su decadencia.

    Una crítica social y mediática, posiblemente en algunos casos interesada, pero que no debemos dejar de leer atentamente. Debemos averiguar sobre qué sustrato se realizan estas críticas y cuáles de nuestras prácticas las favorecen para cambiarlas.

    Seríamos unos imprudentes si el sindicato no hiciera un profundo proceso de reflexión sobre si su estructura, así como sus prácticas, son adecuadas al momento histórico en que nos encontramos y, sobre todo, si son las apropiadas para afrontar el futuro, con el objetivo de seguir siendo el instrumento necesario para los trabajadores y trabajadoras.

    CCOO ya ha iniciado este proceso, primero procediendo a una profunda reorganización sectorial y en el caso de la CONC, también territorial; posteriormente con la aprobación de unas "medidas para reforzar las mejores prácticas y un código de conducta", con una amplia participación de la afiliación, pero desde la CONC consideramos que es necesario todavía un mayor avance.

    El pasado 20 de noviembre iniciábamos los actos de celebración del 50 aniversario de la CONC, de la Comisión Obrera Nacional de Cataluña. Lo hacíamos con la voluntad de poner en valor el papel y la función del sindicalismo en los últimos 50 años y a la vez resaltar el valor social del trabajo. Pero también con la voluntad de reivindicar la utilidad del sindicalismo para construir un futuro de derechos y de igualdad. Queremos aprovechar el conjunto de actos que se realizarán a lo largo de todo el año para revisar y actualizar las formas, las propuestas y la acción del sindicato para encarar el futuro en términos de utilidad y de representatividad.

    Por eso hemos lanzado la iniciativa de desarrollar una Asamblea Sindical Abierta, con la que pretendemos que la sociedad nos ayude a reflexionar sobre los problemas que acucian hoy en el mundo del trabajo y cómo debe reaccionar y organizarse el movimiento sindical, cómo afrontar problemáticas como la de la precariedad laboral, el desempleo…

    Un debate abierto a la afiliación, pero también al conjunto de los trabajadores y trabajadoras y a la sociedad en general. Debemos utilizar múltiples instrumentos de participación y recopilación de visiones: debates argumentados y contraste de posiciones, sesiones de trabajo, talleres de participación, sondeos de opinión. Un debate al que convocamos el conjunto de organizaciones sindicales y sociales para reflexionar juntos y debatir juntos, para definir las nuevas estrategias del movimiento sindical catalán hoy y durante los próximos años.

    Las cuestiones que queremos debatir de manera abierta quieren responder a una serie de inquietudes y requerimientos que emplazan el sindicalismo en estos momentos:

    Hablar de participación significa espacios de debate y maneras de tomar las decisiones, no sólo en el sindicato, sino también en la empresa y en los espacios donde participamos con otros movimientos sociales.

    Cómo organizar a los trabajadores y trabajadoras. Los espacios de concierto y la negociación colectiva han quedado muy reducidos y en muchos casos no son suficientes para concretar propuestas, y la vigilancia de los derechos laborales de muchos trabajadores es escasa. Cómo ofrecer respuestas organizativas, sociopolíticas y de asesoramiento en la nueva realidad del mercado de trabajo.

    En una situación de miedo y de desmovilización de los trabajadores y trabajadoras tenemos que encontrar nuevas formas de visibilizar el conflicto.

    Hemos de situar la ética como valor central de la actividad sindical, más allá de la transparencia y de las buenas prácticas. La ética es un valor que identifica a los trabajadores y trabajadoras y a la organización sindical. La ética también implica el compromiso de transmitir los valores de solidaridad, igualdad, apoyo y ayuda mutua.

    El proceso de la Asamblea Sindical Abierta no puede ser un proceso en el uso de las prácticas sindicales, sino que su utilidad radicará también en la flexibilidad; flexibilidad en la forma de realizar las asambleas preparatorias, flexibilidad en la forma de realizar aportaciones, flexibilidad en los métodos utilizados para ello, y sobre todo confianza en que todas las aportaciones serán valoradas y que las conclusiones del debate que nos llevará hasta el otoño deberán ser el punto de partida para que diseñemos el modelo de sindicato que queremos para el futuro próximo, un modelo de sindicato diseñado para todos y todas y entre todos y todas.

    Estamos convencidos y convencidas de que la asamblea sindical abierta servirá para reforzar la función y la utilidad del sindicalismo de CCOO, y para que los próximos 50 años continuemos construyendo presentes y futuros.

    ¡Os animamos a participar!