Revista Perspectiva | 14 marzo 2025.

¡No crean a los medios, sean ustedes los medios¡

    18/10/2017.

    Orsola Casagrande

    Periodista, ha trabajado 25 años para el diario italiano Il Manifesto, es co-directora de www.globalrights.info

    El antiguo lema de la Indymedia en los años 90 del pasado siglo es hoy más relevante y necesario que nunca. La globalización mundial ha traído consigo también una homogeneización de los medios de comunicación que hoy en día se reducen de hecho en la concentración de los más importantes diarios y televisiones en manos de unos pocos grupos de poder económico, y en una multitud de pequeños medios independientes que casi nunca se inter-relacionan entre sí.

    Prácticamente han desaparecido los medios tradicionales de izquierda o alternativos, que hacían de la investigación rigurosa, las denuncias, las propuestas y las campañas sus principales herramientas de trabajo. Nos referimos por ejemplo al diario comunista italiano il manifesto, al periódico vasco Egin, Red Pepper en Inglaterra, Liberación en Francia, La Jornada de México, a Ozgur Gundem en el Medio Oriente, entre otros.

    Indymedia hacía de alguna manera de catalizador de todos estos medios (algunos cerrado por orden judicial), que si bien tenían su propia vida en los territorios y lenguas en las cuales se publicaban al mismo tiempo compartían y ponían a disposición de otros traducciones, periodistas, análisis y denuncias para armar campañas comunes que sobrevolaban fronteras y barreras idiomáticas. Quizás los ejemplos mas exitosos de esta sinergia mediática desde la izquierda serían la gran campaña de rechazo a la primera guerra del Golfo, y la movilización en contra de la cumbre de G-8 en Génova en el 2001. No se trataba solo de protestas y movilizaciones, era también el momento de los grandes Forums Mundiales Sociales, un intento de construir alternativas políticas desde abajo que rompían fronteras y distancias.

    La intensa represión tras las protestas en contra del G-8, significó una retirada coyuntural del movimiento no global. Un movimiento que retornó nuevamente a las calles para decir NO a la estrategia imperialista de guerra permanente declarada en el 2001, tras los ataques a las Torres Gemelas, cuando millones de personas salieron a manifestarse en contra de la ocupación de Iraq del 2003. Aquellas movilizaciones llegaron a ser denominadas por algunos de los medios mainstream como “la segunda superpotencia mundial”.

    La previsible crisis económica y política que estalló en el 2008 marcó una diferencia. La guerra continuó y se expandió, las mal llamadas primaveras árabes fueron reprimidas a sangre y fuego, mal acompañadas y entendidas desde las sociedades europeas, mientras el ya marchito “movimiento de movimientos” lamía sus heridas, causadas por la represión y las divergencias internas.

    Los medios de comunicaciones no fueron ajenos a estas dinámicas, internet  y sus inmensas potencialidades ponían en cuestión la necesidad y el papel de los medios de comunicación conocidos hasta ese momento.

    Las noticias pasaron rápidamente a transmitirse online con lo cual las estadísticas y cálculos de influencia relacionadas a la distribución y lecturas de diarios impresos y televisiones se pusieron en obsoletos en muy poco tiempo

    Muchos periódicos y cadenas televisivas decidieron entonces reducir sus estructuras y apostar por un periodismo web, pero sin manejar ni analizar en profundidad las herramientas y posibilidades de las nuevas tecnologías, así que el resultado fue en la mayoría de los casos desastroso, sobretodo en términos económicos y de sostenibilidad. El papel impreso y los niveles de tele-audiencia eran cuantificables y por lo tanto permitían establecer el precio de los espacios publicitarios, sin embargo las publicaciones digitales resultaron mucho más volátiles, y consecuentemente los anunciantes podían difícilmente calcular la repercusión de su inversión publicitaria en red digital.

    Sin duda internet colocó al mundo de los medios de comunicaciones tradicionales ante la necesidad de repensar sus contenidos, sus maneras de presentarse y hasta el sentido mismo de su necesidad social y de su influencia.

    Los sistemas de información, comunicación y debate también se han visto afectados por la implosión de los mecanismos bipartidistas imperantes en la mayor parte del mundo occidental, pero las nuevas propuestas desde la izquierda apenas llegaron a ser el sueño de una noche de verano.

    Sin embargo la derecha, como representante de grupos y élites de poder económico e ideológico, sí fue encontrando nuevas formas políticas a partir de un populismo de fácil propagación con mensajes simples que apelan más a las entrañas que a pensar, un buen mejor ejemplo es el reciente lema electoral de Trump “América primero”.

    En ese esquema de una derecha globalizada, simplista en su pensamiento pero eficiente en su actuar, los “enemigos”, por ejemplo, de la doctrina Trump son sencillos de identificar: emigrantes, extranjeros, especialmente en su variable musulmán, negros, latinos...

    Lo mismo se puede decir de la vieja Europa a través de la ecuación emigrante igual a portador del virus terrorista, y en este caso además habría que sumar los “enemigos” internos dependiendo el caso, pongamos catalanes o vascos para España, o cualquiera que se atreva a reclamar sus derechos más elementales como pueden ser decidir, votar, expresarse, y ser dueños de sus vidas y destinos (de manera pacífica). En este saco también pueden entrar otros conflictos vivos o latentes, como la soberanía escocesa, su similar en Quebec, o los irlandeses del Norte (que no piden separación sino unificación de su Isla), o cualquier otro grupo o comunidad que ponga en peligro el status quo imperante.

    La democracia en que vivimos y sus valores acompañantes, están sujetos en nuestra vida real a la correlación de fuerzas, y sobre todo a los intereses de las grandes potencias mundiales y de una pequeña y una muy exclusiva élite financiera supranacional.

    Este es el contexto político en que se mueven muchos de los medios de comunicación, aunque también podríamos decir que es precisamente a este contexto al que han contribuido de manera muy especial muchos de estos mismos medios.

    No todos los mass-media han sufrido por igual: los que son propiedades del capital financiero internacional, con más recursos, tanques pensantes y posibilidades de aguantar drástica reducción de ingresos han conseguido una especie de reciclaje de sí mismos, al menos hasta el momento.

    Sin embargo desde el punto de vista de la izquierda sus medios afines no han conseguido, por lo general, construir paradigmas adaptados a estos nuevos tiempos, y por lo tanto hay que hablar en este campo de una crisis cultural e ideológica.

    Carlos Marx afirmaba que la investigación era la base del periodismo porque se trataba de indagar sobre los hechos (las situaciones), identificar sus causas y razones, y una vez establecidas entonces se podía pasar a proponer soluciones, algo que en principio le corresponde a la política, pero también al periodismo en la medida que este sea portavoz de propuestas comunitarias. El periodismo de izquierda o alternativo debe asumir también la función de “servir de puente” entre las comunidades, los ciudadanos y sus representantes.

    La difusión de la protesta aunque sea una condición necesaria, no es suficiente para poder construir alternativas desde la izquierda, hace falta poner en el centro del debate, y por lo tanto también de la comunicación, las ideas sobre la sociedad, sus valores acompañantes y sus inter-relaciones.

    En el debate político de hoy en día la cuestión de la relación entre capitalismo y democracia sigue en el centro de la agenda. A pesar que la derecha califique este debate como propio de la “modernidad de los años 70”, este asunto es y será crucial para el futuro del planeta y de la humanidad, en tanto se relaciona también con el cambio climático. Es evidente que a partir de la mercantilización de la vida la economía ya no es una ciencia exclusiva de “expertos”, como tampoco lo es la ecología. El discurso y los debates se mueven hoy alrededor del eje economía-ecología.

    Un medio de izquierda, o alternativo, debería conjugar lo local con lo global en una relación de ida y vuelta. Por ejemplo, la guerra en Siria es una “cosa nostra” y no solamente porque las armas y parte de las tropas proceden de nuestros países (lo que ya sería suficiente como indicio de complicidad criminal). También es “nuestra” porque las sociedades en que vivimos han cambiado, ya que como consecuencia de guerras anteriores se produjeron migraciones y numerosos desplazados que se instalaron “entre nosotros”, y nacieron niños y niñas que hoy son nuestros conciudadanos.

    Muchos medios de comunicaciones “alternativos” tienen una gran responsabilidad por no haber sabido o no haber querido contar las historias de transformación social y cultural.

    El periodismo de izquierda o alternativo sufre de la misma crisis de identidad que Europa, pero en lugar de encabezar la transformación social y cultural, ha preferido por lo general mirarse el ombligo y formar parte de la feria de banalidades y de los peligrosos “lugares comunes” que usan los medios burgueses.

    Lo cierto es que la derecha, y los poderosos intereses económicos que la financian (dueños de las grandes cadenas mediáticas) han invertido mucho en transformar sus medios, y como consecuencia se ha producido en las últimas décadas la concentración de la propiedad de estos. Actualmente apenas unos grupos de poder económico reconcentrado son dueños y señores de grupos mediáticos casi monopólicos que abarcan todos los nichos de mercado: diarios, revistas del corazón, científicas, de ocio o para adolescente, etc...Al mismo tiempo que poseen varias cadenas de televisión y sus correspondientes espacios radiales y digitales. Este fenómeno es muy visible en Europa pero también es extensible a lugares como América Latina.

    La derecha y los poderes económicos buscan la perversa utopía de un monopolio del pensamiento y de la comunicación, no han conseguido totalmente su objetivo pero si han logrado una notable influencia y dominio de la “opinión pública”.

    Resulta una paradoja que la derecha esté haciendo lo que debería hacer la izquierda. Para hacer unos ejemplos: El diario El País, acorazado del poderoso grupo Prisa, es un medio especializado en campañas, que se establecen de acuerdo a los intereses de sus propietarios. Sus investigaciones e informaciones parciales, interesadas, dirigidas y seleccionadas, no para servir de herramientas a los lectores sino para que confirmen las conclusiones establecidas de antemano por el grupo mediático-financiero.

    Pongamos dos casos concretos: la campaña contra el derecho a decidir de los catalanes, y la demonización del Gobierno venezolano.

    Los propietarios de Prisa tiene intereses muy concretos económicos-hegemónicos, tanto en Catalunya como en Venezuela. Consecuentemente El País ha dedicado todo su esfuerzo a construir una campaña en contra, no de la independencia, sino del derecho básico de los ciudadanos catalanes de decidir su futuro, de expresarse, manifestarse y hasta de votar.

    En el caso de Venezuela la tesis inmutable es que el Presidente Maduro es un dictador y que en Venezuela la gente se muere de hambre. Incluso en matemáticas, nunca se comienza por una hipótesis confirmada sino que hay que verificarla y comprobarla, en este caso mediante reportajes y análisis en el terreno. En el caso venezolano la conclusión está escrita de antemano, no hay investigación posible, ni tan meros siquiera indicios en sus páginas que puedan hacer dudar a los lectores.

    Ante estas realidades cabe preguntarse ¿hay espacio para una alternativa? La respuesta es afirmativa pero condicionada, hace falta atreverse, imaginación y dejar atrás de mirar y analizar el mundo en que vivimos como hace 30 o 20 años. Hay que volver a la calle, a las fábricas, a los barrios, hay que regresar a los trabajadores, a los movimientos sociales de todo tipo, que ya no son los de hace unas décadas

    Hay espacio y necesidad para medios “subjetivos”, militantes, que no se amparen en “generalizaciones” (que es lo que hacen los medios corporativos), que se basen en investigaciones serias y construyan campañas, que sepan navegar en la red y la aprovechen para coordinarse, intercambiar y construir redes activas. Esa es la vía, hoy más que nunca.

    Aislarse y pensar solo en nuestros pequeños espacios y ámbitos está condenado al fracaso, nuestro mundo está hoy más conectado que nunca antes.

    Los medios de izquierdas y alternativos deben ser, desde su autonomía, instrumentos complementarios de la lucha sindical y política de quienes quieren transformaciones sociales y apuestan por ser sus protagonistas.

    Italia, 18 de Octubre de 2017