Revista Perspectiva | 14 marzo 2025.

El vértigo del abismo en los medios de comunicación

    18/10/2017.

    Félix Iglesias

    Responsable de Comunicación del Sector de Medios de Comunicación, Artes, Cultura y Deporte de la FSC-CCOO estatal

    Ante la pérdida del oligopolio por parte de las tradicionales empresas de comunicación con el estallido digital, el periodismo está apoyando sus pies de barro en los bordes de una falla sin saber a dónde saltar para no caer al vacío. En estos momentos el papel convive con las ediciones web, la televisión con las plataformas de contenidos audiovisuales, la radio con el streaming y poscast, mientras los ingresos publicitarios son engullidos por los agujeros negros de Google y Facebook. Además, por intereses empresariales los editores no han considerado la necesidad de cobrar en la red por la misma información elaborada en los soportes tradicionales, educando a las nuevas generaciones en el gratis total. Esta coyuntura ha cogido a sus directivos y gran parte de los periodistas a contrapié, no por falta de información, faltaría más, sino por un corporativismo de considerarse inmunes a las vicisitudes abiertas. Nada más lejos de la realidad.

    Los intereses editoriales, escorados sin sonrojo a posiciones ideológicas de poder, la mercantilización de los espacios informativos y la rutina y comodidad de ser altavoz de las élites económicas y políticas han convertido a una parte significativa de cabeceras de periódicos y cadenas de televisión y radio en portavoces oficiosos de intereses ajenos a sus lectores, televidentes y radioescuchas. De ahí que de la confianza y respeto a la pérdida de influencia y consideración social dista el tiempo de un clic en el ordenador.

    Ante esta deriva, los nuevos medios digitales han entrado en liza. Muchos vuelven a cometer el error de ser meros voceros de los gabinetes de prensa de gobiernos, partidos, bancos o clubes de fútbol. Por fortuna, hay nuevos medios que apuestan por ofrecer menos noticias a cambio de calidad y análisis al considerar que son contrapoder y no milicias. Bien es cierto, que en los primeros borboteos del periodismo digital la interacción con el consumidor de información se ha disparado hasta hablar de periodismo ciudadano. Desde luego que las redes sociales son un avance de la libertad de expresión, pero a su vez por ellas galopan caballos de Troya cargados de noticias falsas, y que sólo los periodistas pueden y deben domar. La información no es asamblearia y tampoco elitista; he ahí el desafío cotidiano del periodismo.

    Capítulo aparte merece la distinción entre medio público y privado. Dentro del liberalismo económico, el periodismo considera orgánico que los medios públicos se deben al gobierno de turno, admitiéndose en las redacciones durante muchos años esa premisa y olvidando su función constituyente de servicio público y plural, con especial atención a los sectores ciudadanos, culturales y sociales con menos proyección mediática. Por otra parte, también es una premisa pétrea que los medios privados son un cortijo privado, donde la línea editorial y comercial están por encima de la deontología profesional, a pesar de la sentencia del Constitucional de 1982, fijando que el derecho a la creación de medios de comunicación está al servicio del derecho a transmitir opiniones e informaciones, es decir, se encuentra subordinado al derecho a la información y al de la libertad de expresión. Este aspecto se acentúa con las televisiones privadas, que tienen en usufructo licencias públicas para su emisión, por lo que deberían abrir su espacio a intereses no meramente comerciales y editoriales.

    Finalmente, otro aspecto capital en el futuro en los medios de comunicación es la necesidad de velar desde lo público por la pluralidad informativa y no dejar al mercado regir las redacciones informativas creando Consejos de Información, además de velar por un reparto de subvenciones a favor de la diversidad informativa. En países nórdicos los medios con mayor difusión reciben menos ayudas estatales y son, precisamente, los que tienen menos publicidad comercial y difusión, y en aras de la pluralidad informativa, los que, porcentualmente, tienen más subvenciones públicas. El actual desequilibrio se acentúa con los buscadores digitales, donde mediante pago se prima en la red unos medios y contenidos frente a otros, usurpando a la ciudadanía de una información plural y libre.

    Madrid, 18 de Octubre de 2017