Revista Perspectiva | 14 marzo 2025.

Temática social en el cómic

    22/05/2019.

     

    Norman Fernández

    Divulgador, investigador, coordinador, teórico, crítico, redactor, autor, articulista

    Recuerdo ahora una historia de una página de Susanna Martín en la que, en modo de humor, reflexionaba sobre el hecho de que ella como creadora cuya obra ha sido a menudo denominada con la etiqueta de cómic social, tiene en realidad un trabajo solitario, en el que el máximo de sociabilización (ahora que había dejado de fumar) fue en una ocasión en la que se fue la luz y, al asomarse a la ventana del patio, allá estaba el resto de habitantes del bloque intercambiando opiniones sobre cuánto tardaría en estropearse la comida del interior de las neveras si el fluido eléctrico tardaba mucho en reinstaurarse.

    También me viene a la cabeza una entrevista con Marcos Prior en el diario Diagonal en la se expresaba en los siguientes términos: “La etiqueta cómic social, precisamente por etiqueta, domestica la parte que debería ser subversiva, y que, además, agrupa cosas que yo no juntaría demasiado”. Con estas dos menciones lo que quería resaltar es que no resulta fácil definir qué es el “cómic social”, o si de verdad existe tal cosa.

    No nos engañemos, el cómic hace tiempo que no es vanguardia de nada. Tal vez lo fue en momentos pasados, cuando formaba parte de eso que se dio en llamar “contracultura”, pero ahora es otro más de los lenguajes al servicio de los modos de expresión y de ficción del discurso hegemónico; un discurso al que las temáticas de orden social no solo se la traen al pairo, sino que las penaliza. Creo que era Isaac Rosa quien decía, al hablar de su campo de trabajo, que en estos momentos “la novela no cuenta”, pero no porque no relate nada, sino que porque ya no importa, no marca ninguna diferencia. Lo mismo se puede aplicar a la historieta actual. El hecho de que exista esa misma etiqueta de “comic social” ejemplifica ya que estamos ante algún tipo excepción, de algo que se sale del canon.

    Tal vez se me acuse de ser excesivamente severo en el juicio, pero creo que es importante la autocrítica. Pese a ello, o precisamente por ello, soy optimista porque existe el trabajo de muchos/as autores y autoras empecinados/as en que su trabajo sirva para algo. Toda persona es un sujeto político, pero no nos engañemos, nuestra capacidad de intervención no va mucho más allá de lo que abarcan nuestros brazos. Lo que sucede es que, en ocasiones, el espacio que abracan esos brazos incluye un tablero de dibujo, y en esos casos se generan obras que inducen al optimismo en lo referente a pensar que el cómic puede ser mucho más que una fuente de entretenimiento. Que puede, como medio, resultar relevante para la sociedad que lo genera y lo disfruta.

    Volviendo al principio, yo tampoco creo en las etiquetas, y por ello no creo que haya nada que pueda llamarse “cómic social”. Hay unos temas que contar, unas formas de contarlos, una sensibilidad para hacerlo, que pueden tener un anclaje de tipo social o no, eso ya depende de cada creador/a. Para este caso, pienso que vendría bien una metáfora del tipo de las “gafas moradas” en relación con el feminismo. La componente social estará, o no, en la mirada que se ofrece de forma inherente. Será una manera de ver y habitar el mundo de quien realiza la creación y que podrá ser compartida por quienes disfrutamos de esas obras. Obras como las que procedemos ya a reseñar, y que no son sino un pequeño muestrario de esta forma de entender la historieta.

    Miguel, 15 años en la calle de Miguel Fuster

    Miguel 15 años en la calle es una obra desgarradora y que no resulta una lectura fácil, aviso ya. Es una de esas obras que te encoge el corazón, sin concesiones, un ejercicio doloroso, pero que no por ello debe abandonarse. Mirar para otro lado no es la solución. Si acaso, es lo más fácil, lo que menos duele y, también, lo más cobarde.

    Miguel Fuster habla en su obra sobre la década y media que se pasó viviendo en la calle, presa del alcoholismo, padeciendo la indiferencia, cuando no el maltrato, por parte de sus congéneres; también alguna ocasional ayuda, como la de los chicos de la Arrels Fundanció, cuyo interés por ayudarle le dio fuerzas para decidirse no solo a reconducir su vida, sino también a plasmar después todas sus experiencias en el papel. La obra alterna historias breves en cómic, con otras narradas en prosa y acompañadas de ilustraciones, en las que Miguel relata en primera persona episodios de su experiencia. El resultado es conmovedor, sobrecogedor por momentos, y con chispas de solidaridad en alguna ocasión; las menos. Los años, las penurias, el alcohol, no han acabado con el talento de Fuster, que resuelve la obra con un estilo gráfico abigarrado, lleno de líneas que describen un mundo turbio, oscuro, enmarañado, en el que apenas penetra la luz, ya sea la del sol o la de la esperanza.

    “Me llamo Miquel Fuster. Soy profesional del cómic y pintor y he pasado 15 años de mi vida en la calle. Quiero volver a ganarme la vida pintando y espero que este blog me ayude a ello”. Estas son las palabras con las que Miguel Fuster se presenta en su blog, que ha bautizado con el mismo título que su obra, y en el que sigue ofreciendo ocasionales trabajos del mismo tipo, además de una labor de difusión de la problemática de las personas que hoy en día siguen llenando nuestras calles, sin ningún otro sitio en el que vivir.

    Sansamba de Isabel Franc y Susanna Martín

    “Sansamba es una ficción autobiográfica que narra la relación de amistad entre un joven inmigrante subsahariano y una europea de “una cierta edad”. Dos culturas, dos razas y dos formas de vida totalmente diferentes que coinciden en el deseo de ver el mundo de forma multicolor”. Con estas palabras promocionaba la editorial “Sansamba”, en una perfecta definición de su contenido que sería absurdo intentar mejorar. Alicia, la protagonista de la obra, viene a ser el alter-ego de su escritora y ya había sido utilizado por ambas autoras en “Alicia en un mundo real”, obra en la que mostraban la experiencia de la primera de ellas con el cáncer de mama.

    “Sansamba” nos habla del tema de la inmigración. Pero lo hace en las distancias cortas. No se trata tanto de cifras, de un discurso político, de un tema de derechos humanos, de un discurso político; es algo más cercano, más empático. La obra arranca con el momento en que Alicia abre la puerta de su casa y se encuentra a un joven inmigrante que tan solo le dice la palabra “trabajo”.

    A partir de ahí, se nos muestra la descripción de la manera en la que se establece la relación, superando la desconfianza que la misma sociedad te mete en la cabeza, aunque no quieras, para pasar más adelante a la descripción de la pesadilla burocrática que supone el intentar conseguir, o ayudar a conseguir, regularizar la situación de los inmigrante sin papeles (y eso teniendo en cuenta que la obra está realizada antes de las actual paranoia anti-inmigrantes que está asolando Europa en los últimos tiempos). En todo caso, el trabajo de Isabel Franc y Susanna Martin es toda una declaración de principios en cuanto a la necesidad de aceptar y comprender a quien es distinto/a.

    Aquí vivió de Isaac Rosa y Cristina Bueno

    El de la vivienda, con sus múltiples variantes: desahucios, gertifricación, especulación inmobiliaria, fondos buitre, pisos vacíos al lado de gente sin hogar… etc, es sin duda uno de las realidades más preocupantes con las que convivimos hoy en día. Es también la temática sobre la que gira “Aquí vivió”, primera incursión en la realización de historietas del escritor Isaac Rosa, que colabora con la ilustradora Cristina Bueno (autora cuyo nombre verán repetido un poco más adelante y que anteriormente ya había realizado, junto Raquel Franco, “Las abuelas dan el golpe”, una obra sobre cuatro abuelas que deciden atracar un banco, que también podría haber formado perfectamente parte de esta selección).

    “Aquí vivió” es la historia de una madre y una hija que se trasladan a vivir a un lugar nuevo para ellas, y que irán descubriendo que el piso al que han llegado fue arrebatado mediante un desahucio a sus anteriores ocupantes (algunos de los cuales, “se resisten”, de alguna manera, a abandonar su hogar). Como en la obra antes reseñada, acá también nos encontramos con una Alicia, en este caso Alicia es la hija que se traslada con su madre, y que irá descubriendo una realidad que acontecía a su lado, a nuestro lado, sin que ella fuera consciente: las ejecuciones hipotecarias por miles (eufemismos para expresar la infamia de expulsar a la gente de sus hogares) o la tenacidad de muchas personas que llevan años y años enfrentándose a los desahucios, luchando contra viento y marea para que los derechos de la gente prevalezcan sobre los intereses de poder económico. Y si me permiten una digresión como colofón de esta reseña no puedo dejar de añadir que actuaciones como las de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca son las que realmente nos permiten mantener un mínimo de dignidad como sociedad.

    Presas fáciles de Miguelanxo Prado

    En forma de la investigación policial que se plantea cuando comienzan a aparecer asesinadas varias personas de diferentes escalafones del sistema financiero, es la manera en la que Miguelanxo Prado ha decidido crear “Presas fáciles”, una obra que orbita en torno al escándalo de las llamadas “preferentes”. La obra es, evidentemente, una ficción, pero en ella se pueden reconocer hechos recientemente acaecidos que deberían hacernos sonrojar como sociedad: por ejemplo, arranca con una pareja de jubilados que deciden suicidarse cuando reciben una orden de desahucio, noticia fácilmente localizable en la hemeroteca.

    “Presas fáciles”, en último término, no es sino una reflexión sobre en un tema de dolorosa actualidad, como es el de la indefensión del ciudadano ante las tropelías de esa cohorte de individuos y entidades implicadas en eso que antes se denominaba eufemísticamente “sistema financiero” y que ya ha llegado a un nivel de envilecimiento que hace que resulte difícil encontrarle un calificativo apropiado. Es también una reflexión sobre cómo estamos tratando a las personas que pertenecen a ese grupo que hemos decidido llamar “tercera edad”, porque suena mejor que “viejo/a”, y cuyo bienestar nos importa más bien poco.

    Miguelanxo Prado, es uno de nuestros creadores del mundo del cómic y la ilustración de mayor difusión y prestigio a nivel internacional, pero no por ello deja de observar lo que sucede a su lado y decide mostrarlo. En este caso concreto utilizando una hipérbole (los asesinatos) porque Miguelanxo es uno de los autores que mejor entiende que basta con deformar ligeramente la realidad para que ésta se nos muestre aún más clara.

    Pintas mucho de Flavita Banana, Cristina Bueno, Monstruo Espagueti y Lyona

    Los CRAE (centro residencial de acción educativa) son servicios de acogida para niños/as y adolescentes menores de edad a cuyos padres se les ha retirado la tutela, que pasa a ser ejercida por instituciones públicas. “Pintas mucho” es la historia de cuatro talleres de ilustración impartidos por Flavita Banana, Cristina Bueno, Monstruo Espagueti y Lyona en cuatro de estos centros de acogida. Un proceso de descubrimiento de una realidad y una problemática que, no por estar sucediendo a nuestro mismo lado, no dejan de ser grandes desconocidas para la inmensa mayoría de la sociedad. En estos tiempos en los que se montan debates mediáticos, espurios e interesados, como el de los llamados vientres de alquiler, no deja de sorprender el desconocimiento que existe sobre el acogimiento familiar, por ejemplo.

    Hay ocasiones en las que la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta (y no estoy hablando de geometría no euclídea, o cosas de esa raras de los físicos) y “Pintas mucho” es un claro ejemplo de ello, porque lo que nos cuentan sus cuatro autoras en el libro es cómo para llegar a conectar con sus alumnos/as de los talleres debieron hacer un viaje primero a través de ellas mismas, de las expectativas que tenían antes de llegar, de cómo las iba modelando en su interior las realidades que iban conociendo, lo que los/as chicos/as compartían con ellas... en resumen, un ejercicio de sinceridad brutal y la plasmación de que, a veces y paradójicamente, la empatía es un instrumento de una eficacia brutal para conocerse a uno mismo. Sin lugar a dudas, uno de los mejores trabajos que se han publicado en el mundo en nuestras viñetas en los últimos años.

    Barcelona, 20 de Mayo de 2019