Revista Perspectiva | 14 marzo 2025.

Transporte y movilidad, un reto enorme y muy difícil

    22/11/2019.

    Francis Cabezos

    Responsable de medioambiente de FSC-CCOO

    No existe la receta mágica, pero eficiencia, reconversión e innovación, mayor y mejor planificación y menos movimientos son algunos de los ingredientes necesarios para abordar el desafío.

    Según la Agencia Europea de Medio Ambiente el transporte representa un tercio del consumo de energía final de los países miembros de la UE y es responsable de más de un quinto de las emisiones de gases de efecto invernadero en el viejo continente. También es responsable de buena parte de la contaminación atmosférica y acústica urbana. Además, el transporte, en concreto sus infraestructuras, tiene efectos muy serios sobre el paisaje, porque compartimenta los espacios naturales y tiene una incidencia negativa en la protección de especies animales silvestres, algunas de ellas en serio peligro de extinción.

    El transporte es el sector que más energía consume en España, alcanzando un 43% del total estatal y de ésta los turismos representan el 17,6% de toda la energía final que consumimos en el país. Según el último informe correspondiente a 2018 en España se emitieron 332'8 millones de Toneladas de CO2 equivalente. Según el PNIEC, Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, para el período 2021-2030 se fija para el último año el último mitigar una de cada tres toneladas de CO2 equivalente entre el momento presente y el final del Plan, 2030. El 27% del total de las emisiones corresponden al transporte y de ellas 1/3 se concentran en las aglomeraciones urbanas. Es en estas aglomeraciones, en las grandes ciudades, donde se debe intervenir de manera urgente para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger la salud pública.

    Quizás éste sea el espacio más “fácil” y rápido a la hora de introducir cambios positivos cómo pueden ser el poner barreras al vehículo privado, fomento del transporte público y colectivo con vehículos eficientes desde el punto de vista de las emisiones, introducir otros medios de locomoción, intermodalidad, última milla, planes de movilidad, lanzaderas a polígonos y centros empresariales, fiscalidad, entre otras muchas, son medidas que se muestran necesarias para ser implementadas más pronto

    Si nos detenemos en el transporte de mercancías y personas a larga distancia a través de aviones y barcos la cosa parece hacer aguas, pues no existen hasta el momento alternativas realmente viables para la transición de los derivados del petróleo, queroseno y gasóleo fundamentalmente, a otras fuentes procedentes de energías renovables. Biocombustibles agregados en porcentajes determinados al queroseno para aeronaves presenta un problema enorme pues, más allá de la legislación europea y que hoy por hoy y en un plazo largo de tiempo una aeronave no está preparada para volar con otro combustible que no sea un derivado del petróleo, no perece acertado dedicar extensiones importantes de tierras a la producción de determinados cultivos que serían utilizados para su uso como combustible y, en otro orden, mover buques con gas como solución intermedia tampoco resulta fácil pues no es ni barata ni fácil la reconversión de las flotas actuales y las compañías navieras han de ver provecho en sus inversiones más allá de que el gas, aún en menor cuantía que otros hidrocarburos, emite gases de efecto invernadero y tampoco es que nos ayude como país a independizarnos energéticamente hablando de aquellos países productores de petróleo y derivados.

    Y luego tenemos el transporte por carretera que es el responsable del 92’9% de emisiones de gases de efecto invernadero, en un país con la segunda mayor flota de camiones de Europa y que mueve un 16% del total de mercancías en el continente, lo que equivale a 76.442 millones de toneladas por kilómetro según la Asociación del Transporte Internacional por Carretera (Astic). Muchas toneladas y muchos camiones para “trasportar” cambios en lo referente a reducción de emisiones.

    Aquí merece la pena hacer una parada para analizar la llamada última milla, concepto referido al último eslabón en la entrega de un producto, fundamentalmente en las grandes ciudades y que tiene una relación directa con el comercio electrónico, comercio que en 2017 supuso en España 30.000 millones de euros según datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Este transporte, tomando como ejemplo el área metropolitana de Barcelona, se realiza mayoritariamente en furgonetas con más de 12 años de antigüedad y que suponen el 20% del total de vehículos que circulan y emiten el 40% de las emisiones contaminantes, según se desprende de lo recogido en un artículo de metrópoli abierta.

    Sobre esto, añadiendo trayectos a la larga distancia y transporte informal, permítanme una pregunta después de leer los datos que proporciona la DGT que nos dicen que el número de accidentes con furgonetas ha aumentado un 54% entre 2012 y 2017, cuando decidimos hacer una compra ¿es aceptable querer un producto lo más barato posible, de entrega inmediata y a ser posible con transporte gratis?

    Nos falta el tren, pieza clave en positivo, pero que no parece, hablando de España, que sea tenido en cuenta en la medida que merece, aquí hemos priorizado al tren de alta velocidad que lleva aparejada una alta dosis de inversiones económicas para proyectarlo, ejecutarlo y luego mantenerlo y hemos dejado a un lado el tren convencional de medio y largo recorrido y las cercanías en las grandes ciudades se nos colapsan por no hablar del paupérrimo dato en mover mercancías, sólo el 4%.

    Para completar este primer bloque hablemos de empleo. Según el informe elaborado por la Federación de Servicios a la Ciudadanía de Comisiones Obreras el pasado mes de septiembre “El transporte en España. Retos sindicales en el empleo” cerca de 981 mil personas trabajan en el sector del transporte en España, contando los 4 medios principales, carretera, aéreo, mar y ferroviario además del almacenamiento y actividades anexas.

    Y este número hay que tenerlo muy en cuenta a la hora de tomar decisiones.

    Por lo anterior y para una organización sindical como Comisiones Obreras es necesario llamar la atención sobre el concepto de transición justa. La sociedad poco a poco va asumiendo la tremenda magnitud de lo que implica un escenario de emergencia climática, salvo cuatro despistados que por ignorancia o intereses espurios y con cierto poder mediático y financiero aún andan negando la realidad.

    El reforzamiento de las instituciones, de los gobiernos, de las  administraciones, de los servicios públicos en su conjunto, y con ellos de la sociedad, es determinante para afianzar un proceso de acompañamiento y de transición hacia otro modelo más respetuoso con el medioambiente de la gente trabajadora que va a ver sus empleos en peligro, y con ello su forma de vida. Es necesario crear espacios estables y continuados de diálogo y discusión que nos brinden la posibilidad de encontrar soluciones compartidas a la crisis ambiental y social en la que estamos inmersos.

    Cómo hemos visto estamos, todos y todas, ante un reto enorme y muy difícil.

    Para ir concluyendo, nos toca mirarnos a nosotras y a nosotros mismos. Hace unas semanas, coincidiendo con la Semana Europea de la Movilidad, se ponía en marcha una campaña desde la FSC-CCOO titulada ¡Hay que moverse! http://www.fsc.ccoo.es/noticia:397810--_Hay_que_moverse! que contempla elementos sobre movilidad sostenible, esa que ha de ser eficiente, segura, equitativa, saludable, participativa, competitiva y capaz de satisfacer las necesidades de la sociedad de moverse libremente, acceder, comunicar, comercializar o establecer relaciones sin sacrificar otros valores humanos o ecológicos básicos actuales o de futuro.

    Dentro de las distintas iniciativas de la campaña encontramos un cómic que analiza el binomio transporte urbano/ciudad y que nos plantea unas preguntas ¿cómo, cuándo, por qué y para qué nos movemos? Son preguntas que debemos hacernos para buscar respuestas que nos permitan adaptarnos y modificar determinados hábitos que tenemos asumidos, y con ello cambiar a mejor, para encontrar otra forma de movernos, de planificar nuestras ciudades y de convivir mejor entre nosotras y nosotros, mejorar nuestra salud y la del planeta y dónde el compromiso personal es fundamental.

    Así que ya saben, hay que moverse, pero quizás menos y de otra manera a la que nos estamos acostumbrando, por nuestro bien y por el de aquellos y aquellas que están por llegar.

    Madrid, 22 de Noviembre de 2019