Revista Perspectiva | 1 julio 2025.

El mundo sindical 10 años después del 15M

    25/01/2021.

    Roger Molinas Amorós

    Arqueólogo

     

    Ahora que se cumple una década del surgimiento del 15M es un buen momento para mirar atrás y ver cómo los movimientos sociales y sindicales se han transformado desde la crisis financiera de 2008.

    En primer lugar hay que decir que el 15M fue un movimiento que pasó bastante largo del mundo laboral, realizando sus asambleas en espacios públicos, como las plazas, y nunca en fábricas. Aunque contó con importantes reivindicaciones económicas y materiales, especialmente en materia de vivienda y desahucios, el movimiento de los indignados centró gran parte de su discurso en una transformación de la política y la democracia, no en el capitalismo o la explotación laboral. Su marco de referencia discursivo era una ciudadanía indignada contra una casta política, entendida como dos colectivos homogéneos con unos mismos intereses y enfrentados entre ellos. La dialéctica de clases entre capital y trabajo aquí no acababa de encontrar su encaje.

    Una de las principales consecuencias que tuvo el tsunami del 15M que aún vivimos hoy, es el fin del bipartidismo y la fragmentación de los espacios políticos, tanto a la derecha como a la izquierda; mientras que en el mundo del trabajo, las principales organizaciones tanto sindicales como patronales siguen siendo exactamente las mismas que antes de 2008. Si bien es cierto que en torno al 15M surgieron nuevos movimientos sociales, asamblearios y sin una organización representativa vertical, como las mareas, las marchas por la dignidad o la PAH, éstos han sido útiles para vehicular protestas puntuales pero no se han traducido en una nueva forma de organizar las relaciones laborales o sindicales.

    Aparte de sus grandes aciertos, uno de los errores que planteó el 15M fue su fe, muy inocente y un punto naïf, en que las nuevas tecnologías informáticas nos llevarían a una igualdad social al permitir un acceso igualitario e inmediato a la información y la toma de decisiones. Estas aplicaciones, desarrolladas desde grandes multinacionales, han acabado abriendo la puerta a la desregularización laboral más salvaje en diversos sectores laborales: como Uber respecto a los Taxis, o las aplicaciones de entrega a domicilio que han supuesto la contratación de muchos falsos autónomos que trabajan en unas condiciones muy precarias. Hay que agradecer al mundo sindical que haya recelado desde el primer minuto de estas tecnologías, presentadas a menudo como la modernidad, comodidad y fácil acceso de cara al consumidor, cuando realmente lo que pretenden es eliminar las leyes, normativas y estructuras laborales, para poder explotar a los trabajadores sin que ningún convenio los proteja, así como maximizar los beneficios empresariales, reduciendo los costes en fuerza de trabajo.

    Las dos únicas oportunidades de cooperación conjunta que existieron entre el 15M y el mundo sindical fueron las dos huelgas generales realizadas durante el 2012 (29 de marzo y 14 de noviembre) contra las reformas laborales de Mariano Rajoy, donde en algunas ciudades se crearon piquetes ciudadanos impulsados ??por espacios unitarios entre asambleas de indignados y sindicatos. Mi experiencia personal es que terminó siendo un fracaso por la diferencia entre las dinámicas de funcionamiento de las dos culturas organizativas, donde el 15M esperaba consensos y consultas asamblearias a cada paso, los sindicatos respondían con una organización y una planificación estructurada que resultaba infinitamente más efectiva sobre el terreno. Sin embargo, fue una oportunidad para que muchas personas que nunca habrían participado en una huelga o una movilización laboral lo hicieran por primera vez.

    Como conclusión, decir que a la hora de hacer frente al gran poder económico de la clase empresarial, los trabajadores han entendido que su fuerza recae en las estructuras orgánicas sindicales y que éstas, si bien se pueden renovar y modernizar, nunca podrán ser sustituidas por la espontaneidad del asamblearismo o las redes sociales.

    Enero de 2021