Revista Perspectiva | 14 marzo 2025.

El corporativismo: una estrategia para eliminar el sindicalismo de clase

    05/05/2021.

    Ángel Moreno

    Secretario Salud Laboral y Coordinación Sectorial FSC

     

    El capitalismo como modelo socioeconómico imperante en nuestras sociedades actuales ha ido articulando estrategias para la consolidación de su proyecto político, que ha adquirido diferentes formas y matices  en cada uno de los campos de disputa donde se dirimen los conflictos de clase. En el ámbito del trabajo, ha ido auspiciando modelos como el del corporativismo o el del sindicato amarillo de empresa. No se trata de fenómenos nuevos pero con el tiempo van adquiriendo prevalencia en el mundo del trabajo y en un contexto post pandemia donde las salidas por la derecha a la crisis sumaran más adhesiones, el corporativismo tiene un caldo de cultivo propicio. Cada vez que los proyectos corporativos o amarillos crecen en el ámbito laboral, el sindicato de clase se debilita y con ello las posibilidades de transformación de la sociedades a través de la disputa de las plusvalías.

    En la ponencia que desde la FSC CCOO hemos elaborado para el debate colectivo durante la fase congresual en la que estamos inmersos ya situamos la disputa del espacio sindical como eje de nuestra política sindical para los próximos años. Señalábamos algunas consideraciones que lo sitúan claramente:

    El corporativismo lo hemos venido percibiendo como un fenómeno de articulación de egoísmos particulares o de grupos en torno a diferentes siglas sindicales, representa la expresión de los pequeños intereses individuales frente a los intereses colectivos. Es la expresión sindical de un modelo político y económico, el neoliberalismo, que está luchando por imponerse en todas las esferas de la vida desde su hegemonía actual política y económica. 

    El corporativismo fractura a la clase en cuanto que sitúa el conflicto individual frente al colectivo y por lo tanto nos debilita como proyecto sindical. Tiene arraigo en el conjunto de las actividades productivas, pero es el ámbito del sector público y de las Administraciones Públicas donde se ha ido asentando hasta adquirir importantes niveles de representatividad.  

    De manera acertada a mi entender, situamos en nuestros textos de debate,  cómo el corporativismo es la expresión del neoliberalimo en el mundo del trabajo y cómo se ha convertido en un instrumento estratégico para debilitar la clase. En la construcción cultural hegemónica del contexto actual la clase como concepto que articula intereses se ha ido debilitando y el centro de trabajo que era el eje central para su diseño ha sido un campo de batalla continuo. El debilitamiento de la clase conlleva irremediablemente un deterioro de las condiciones de trabajo porque supone una pérdida de posición en los procesos de correlación de fuerzas y por lo tanto en la disputa de la plusvalía.

    Asistimos a una nueva concepción del centro de trabajo más atomizada, mayor número de pequeñas empresas con poca vida sindical, constatamos como expresiones dentro del mundo laboral como el teletrabajo se han ido consolidando durante la pandemia y adquirirán un potencial muy relevante, se trata de modalidades laborales que exacerban la  individualización de las relaciones laborales. Asistimos a un auge insistente de propuestas corporativas en el ámbito de las administraciones, fenómenos que abarcan todas las áreas desde el personal interino hasta el sindicalismo del aparato coercitivo del estado y por último la consolidación del sindicato amarillo en las grandes empresas, algunas como  la ONCE donde  se revisten de un marcado carácter social.

    No podemos dejar de señalar cómo algunas de las actuaciones de la izquierda más transformadora que configura nuestro panorama político, han conllevado procesos de debilitamiento del sindicato de clase. Hemos podido observar como parte de la izquierda ha dado interlocución a opciones corporativas,  incluso en algún caso con rasgos reaccionarios muy marcados, con la táctica de corto recorrido de dar cobijo a cualquiera que se mueva sin quizás tener un conocimiento concreto de sus intereses. Hemos podido constatar el impulso que se ha dado a movimientos no orgánicos, con el riesgo que puede suponer el impulso de procesos  movimientistas que pueden acabar reforzando las posiciones más de derechas aunque en una primera fase de impulso que puede incluso suscitar ciertas simpatías. Sólo habrá capacidad de transformar la sociedad si el sindicalismo de clase tiene arraigo en el mundo laboral. Por eso cualquier configuración teórica desde la izquierda que lo conciba como el pasado se debilitará a sí misma.

    Junto al corporativismo clásico se han ido incorporando corporativismos de ultraderecha o claramente filofascistas, que tienen su nicho fundamental en el aparato coercitivo del estado, con una estrategia clara de control del aparato del estado por parte de las élites en un contexto muy evidente de lucha de clases. El crecimiento de estas opciones no sólo está presente en los ámbitos estatales, sino que va creciendo en espacios de poder local  y autonómico.

    El debate sobre el aparato coercitivo del estado y el propio modelo de seguridad es un debate inherente a las diferentes concepciones políticas. En las democracias complejas el aparato coercitivo y por tanto la política de seguridad está sometida al Parlamento que es quien legisla y en consonancia con ello, es un poder colectivo delegado por las ciudadanos y ciudadanas, con el objetivo de garantizar la libertad y la ley. En otros regímenes políticos no democráticos, el aparato coercitivo o de seguridad del Estado, es un elemento de control social y por tanto la seguridad se convierte en un instrumento para someter al conjunto de las instituciones del Estado a unos intereses de clase determinados. Esta pulsión por el control del aparato del estado tiene un aliado fundamental en el corporativismo,  por ello su auge  se convierte en un tema esencial que requiere de análisis complejos para poder abordarlo.

    Y en este contexto de crisis estructural donde los consensos y las identidades comunes están en juego, las clases dominantes utilizan todos los instrumentos para favorecer sus intereses y es ahí donde el corporativismo tiene ese papel predominante que hemos venido señalando. Como diría el pensador italiano  Gramsci  “Si la clase dominante ha perdido el consenso, entonces no es más “dirigente”, sino únicamente dominante, detentadora de la pura fuerza coercitiva, lo que significa que las clases dominantes se han separado de las ideologías tradicionales, no creen más en lo que creían antes. La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos”.

    Una vez situado el análisis con sus complejidades inherentes nos encontramos con la pregunta ¿Que hacemos como sindicato de clase?

    Lo primero que debemos hacer es analizar de manera compleja y dimensionar la magnitud del problema en cada ámbito de trabajo. No vale con ignorarlo, hay que diagnosticarlo para elaborar estrategias para su confrontación.

    Integrar lo específico y particular en lo colectivo y general, parece la única estrategia posible, pero no podemos engañarnos, la gestión de las contradicciones requiere de herramientas que a veces no poseemos.

    Algunas cuestiones me gustaría señalar en un debate que entiendo que debe tener un carácter confederal y que requiere de diagnósticos precisos y de políticas concretas que vayan mucho más allá de las meras formulaciones teóricas.

    Se requiere de una formación político sindical de nuestros cuadros que nos permita la gestión de las contradicciones cotidianas y nos prepare para construir discursos de lo concreto, que tengan su arraigo en lo colectivo, necesitamos propuestas de clase que puedan abordar las situaciones específicas de cada centro de trabajo.

    Debemos situar  al sindicato en la centralidad del conflicto sociopolítico, apostando por reforzar nuestra identidad de clase, nuestro carácter sociopolítico en el centro de trabajo, mediante una acción sindical de clase con vocación transformadora y que no sólo aspire a la disputa de la plusvalía sino a convertir el centro de trabajo en espacios de cambio y de politización.

    Hay que dar respuestas a los conflictos, el sindicato debe ser visto como un instrumento útil, las posiciones tácticas deben de estar subordinadas a la estrategia. Debemos huir del sindicalismo de tuitter y de propaganda. Si nos alejamos de la realidad que representamos dejaremos de ser útiles.

    Hay que dotarse de fórmulas orgánicas que nos permitan encajar los ámbitos más corporativos en nuestro sindicato, espacios donde estos espacios tengan un mayor recorrido político que les permita reflejar sus diferentes personalidades.

    Es por tanto, el momento de debatir, diagnosticar y  establecer estrategias frente al corporativismo que nos debilita como clase y que intenta que el sindicalismo confederal y de clase tenga menor capacidad de intervención en el mundo del trabajo.

    Mayo de 2021