Revista Perspectiva | 15 marzo 2025.

Cultura crítica y sindicalismo de clase, una misma cosa

    04/12/2021.

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    Pepe Gálvez

    Sindicalista, guionista de cómics

    No voy a hablar, escribir, de la relación entre trabajo y cultura en general, sino de la necesaria confluencia integradora entre el espacio de la cultura crítica y el sindicalismo de clase sociopolítico. Es un (re)encuentro que responde de una necesidad recíproca, a pesar de la niebla ideológica extendida por el largo dominio del pensamiento único neoliberal. Por una parte la el sindicalismo autónomo de clase tiene que elaborar y difundir un cuerpo propio de cultura, inevitablemente crítico con el sistema social dominante que tiende naturalmente reducirlo a la condición de subordinado. Mientras que los creadores y divulgadores de cultura son, cada vez con más claridad, trabajadores sometidos a una presión, a la vez acomodaticia y precarizante, por su, no tan particular, industria.

    Necesaria como el aire que exigimos trece veces por minuto

    Retomando palabras de Marta Sanz, en la última Semana Negra de Gijón, la cultura no es, no puede ser, la ensalada o las patatas fritas que se sirven como acompañamiento en el plato de la lucha o la movilización obrera. Y no puede serlo no sólo porque transmite la idea de utilización tan interesada como pasajera, sino sobre todo porque el sindicalismo de clase autónomo necesita disputar con el bloque del capital la visión del mundo, de las relaciones humanas, de la importancia del trabajo. Es decir, tiene que transmitir sus propios valores, sus prioridades, sus logros y fracasos, sus vivencias, ambiciones, su historia y memoria. Cuando el trabajo, la(s) organización(es) de los trabajadores, han bajado, poco o mucho, la guardia en la promoción y creación de la cultura crítica se han negado a sí mismas como sujeto generador de hegemonía. Han cedido terreno en el campo de la ideología, o sea de la cultura, ante sus adversarios y enemigos, que han generado una lluvia ideológica continua que explica el mundo con el trabajo siempre en posición subordinada y por lo tanto prescindible.

    ¡El trabajo existe!

    Por otra parte el mundo de la cultura no es homogéneo por definición. Se podría hablar de tantos tipos de cultura como formas ideológicas de explicar el mundo. La honestidad intelectual reside en el reconocimiento de la existencia esas fuerzas sociales determinantes, externas, que no ajenas al universo creacional de la cultura.

    Actualmente, y desde hace demasiado tiempo, la gran mayoría de las manifestaciones culturales cumplen la función de adorno mistificador de las relaciones de poder, especialmente del económico, y obvian como estas determinan, o como mínimo condicionan, eso que llamamos nuestra vida.

    Ese sesgo edulcorante y servil, puede llegar a ser obsceno y cruel en su ignorancia deliberada del espacio social de las relaciones laborales y sus protagonistas. Vuelvo a retomar reflexiones gijonesas de Marta Sanz, esta vez sobre la insoportable levedad de ese romanticismo que exalta una figura como la de la vaquera de la Hinojosa. Ese imaginario de un mundo inmaterial y ajeno al mal tiempo, al barro y los excrementos, a a la fatiga física o al limitado horizonte de expectativas vitales. Y que decir del espejismo de los héroes y superhéroes que no se ven nunca en la tesitura de enfrentarse a sus jefes, o empresarios, en defensa de mejores condiciones laborales, ni han tenido nunca problemas de vivienda, transporte, educación o sanidad. Y más de lo mismo respecto de ese dominio brutal de lo individual sobre lo colectivo, del destierro de los perdedores, de la alergia a la solidaridad…

    Los trabajadores de la cultura, si es que pretenden ofrecer una visión crítica de la sociedad, no deberían olvidar o expulsar de su proceso creativo esa realidad laboral. Y no deberían hacerlo, entre otras cosas, porque significa olvidarse u ocultarse circunstancias propias y decisivas de su proceso de producción: dependencia de la industria, presión ideológica, precarización…

    Conocerse y reconocerse mutuamente

    Sindicalismo autónomo y cultura crítica necesitan confluir y de hecho ya se están dando pasos importantes en esa dirección. No deja de ser significativo que Joan Coscubiela escribiera en un twet que el último congreso de las CCOO de Catalunya en algún momento diera la impresión de ser un acto cultural en el que se intercalaban mensajes y reflexiones sindicales y no al revés. Por otra parte en el ámbito de la creación de productos culturales propios, se habían dado pasos en el terreno audiovisual, especialmente de los vídeos y a la incorporación de la ilustración ene le terreno de la “agipro”, así como en la existencia de premios de poesía u otro tipo de literatura. Pero el salto adelante más importante se ha dado con la publicación de los dos primeros tomos de Conciencia de clase, a los que se va a añadir en breve el cómic O todos o ninguno. Esas recopilaciones de relatos son una muestra gratificante de confluencia creativa entre el sindicalismo y la cultura crítica. No hay manipulación ni labor de adorno sino el trabajo de compartir la tarea de aproximación y reconstrucción de recuerdos y la conversión de esas experiencias en narración.

    Otra iniciativa a tener muy en cuenta es la de “Los libros a las fábricas” que desde 2014 lleva adelante la Fundación Anastasio de Gracia, ligada a la Federación de Industria, Construcción y Agro (FICA) de UGT. Este proyecto selecciona una serie de obras para ser leídas respectivamente por las trabajadoras de diferentes empresas. Una especie de club de lectura que culmina en una reunión abierta entre la autora y lectores. Aparte de la importancia del aspecto más evidente: el de fomento de la lectura, hay otro que me interesa destacar: el del contacto entre creadores y mundo laboral. Esta experiencia que sin duda acerca el proceso creativo a un sector específico de lectores y aproxima al creador a la realidad de las fábricas. Contiene por ello un potencial de conocimiento mutuo que es también una llamada a desarrollarlo y profundizar en el reconocimiento mutuo de sus respectivas realidades como personas que trabajan y crean.

    Noviembre de 2021