Revista Perspectiva | 26 diciembre 2024.

Cultura y conciencia de clase

    Según las encuestas que publica con regularidad el CIS, la identificación con la "clase obrera" ha caído en picado en muy poco tiempo en España: si el 2001 un 50% de la población se identificaba con esta categoría, en el último barómetro del CIS (junio de 2022) esta variable ha bajado hasta el 10,9%, mientras que un 67,9% afirma ser de clase mediana. Este dato contrasta sorprendentemente con cuando se pregunta por la situación laboral de los entrevistados: el 82,5% asegura ser un trabajador asalariado.

    10/11/2022. Roger Molinas, arqueólogo
    Cruz. Fotografía de Plato Terentev - pexels.com

    Cruz. Fotografía de Plato Terentev - pexels.com

    ¿A qué se debe esta brutal disociación entre la realidad laboral y la identificación con una clase social por parte de la inmensa parte de los trabajadores?

    Por un lado, hay que destacar las causas materiales, como la transformación del mercado laboral: el paso progresivo de una economía industrial a otra post-industrial de bienes y servicios. El peso de la industria en España ha pasado de representar el 25,9% del PIB el 1980, al 14,69 el 2022. Resulta más fácil sentirse identificado con la “clase trabajadora” cuando esta se articula en grandes complejos industriales con centenares de personas en torno a una cadena de montaje, que no en pequeñas tiendas u hoteles.

    “Desde los años 80's la cultura ha abandonado la representación positiva entorno en la clase trabajadora con la que se podían identificar las anteriores generaciones de proletarios: desde el neorrealismo italiano de los años 50-70's al cine, al naturalismo francés del s.XIX a la literatura, o el ”art povera” a las artes plásticas de los años 60's”.

    Por otro parte, me gustaría centrarme en aspectos más metafísicos e idealistas, que encuentro que en este caso son igual o más importantes: la hegemonía cultural neoliberal y la representación de la clase trabajadora.

    Desde los años 80's la cultura ha abandonado la representación positiva entorno en la clase trabajadora con la que se podían identificar las anteriores generaciones de proletarios: desde el neorrealismo italiano de los años 50-70's al cine, al naturalismo francés del s.XIX a la literatura, o el ”art povera” a las artes plásticas de los años 60's, por poner tres ejemplos.

    Por el contrario, hoy en día nos encontramos muy a menudo con visiones caricaturizadas de los trabajadores dentro de la ficción, donde se los representa como unos indeseables, incultas, violentos, vividores de subvenciones y con un pésimo gusto por la música o la ropa. Algunos ejemplos de esto serían la serie española “Aida” (2005-14) o la británica “Little Brittain” (2003-6). Este humor tan grosero y ofensivo contra cualquier otro grupo oprimido sería criticado masivamente, pero esta lógica no se aplica con un colectivo al cual pertenece una inmensa mayoría de la población.

    Últimamente también encontramos un surgimiento de reality shows basados en mostrarnos la vida diaria de la élite de super-ricos, como “Las Kardashians” (que puerta 20 temporadas desde 2007), así como varios programas de televisión diarios de audiencia masiva dedicados en exclusiva a vender una visión idealizada de la oligarquía.

    Este desclasamiento también tiene mucho que ver con que el neoliberalismo cultural ha vinculado nuestras aspiraciones entorno al consumo individual y no en torno a la producción colectiva, nos preocupa más comprar cosas baratas que no ganar más dinero con que poderlo hacer. Sociológicamente vemos como es mucho más fácil crear identidades fuertes basadas en el consumo: por ejemplo, entorno a la música que nos gusta o la ropa que llevemos, mientras que es mucho más difícil construir esta identidad en turno a la profesión que ejerzamos, muchas veces debido en la poca estabilidad que tienen hoy en día los contratos laborales.

    “Este desclasamiento también tiene mucho que ver con que el neoliberalismo cultural ha vinculado nuestras aspiraciones entorno al consumo individual y no en torno a la producción colectiva, nos preocupa más comprar cosas baratas que no ganar más dinero con que poderlo hacer”.

    Todo esto ha contribuido a crear una “falsa conciencia de clase”, donde muchos trabajadores se identifican con los intereses de un grupo social, que no tiene nada que ver con las condiciones reales en las que ellos viven realmente y dificulta mucho que los partidos políticos hagan políticas efectivas para mejorar las condiciones del mundo del trabajo, si nadie se siente interpelado por este discurso, no lo vota. Es por esto que considero fundamental el papel de los sindicatos, como último bastión de la organización del mundo del trabajo, con la creación de contenidos culturales y referentes positivos con quienes los trabajadores nos podamos ver representados y sentir identificados.