Revista Perspectiva | 29 marzo 2024.

La clase trabajadora: rehacer el proyecto político

    Uno de los hechos políticos más preocupantes de estos últimos tiempos es el crecimiento del voto a los partidos de extrema derecha, crecimiento basado, en una parte importante, en el apoyo electoral que proviene de la clase trabajadora. No únicamente, está claro; el análisis de las cifras, en la que no entraré aquí, nos muestra que son los dos extremos de la pirámide social quienes votan con más intensidad este tipo de opciones políticas: los más ricos, y los más pobres. ¿Cómo es posible esta coincidencia? ¿No hemos pensado, durante años, que la clase trabajadora era progresista, incluso revolucionaria, y que votaba masivamente a los partidos de izquierdas que la representaban?

    10/11/2022. Marina Subirats, socióloga
    Puño en alto. Fotografía de Norma Gabriela Galván - pexels.com

    Puño en alto. Fotografía de Norma Gabriela Galván - pexels.com

    “La ofensiva ideológica neoliberal ha sido tan potente que ha conseguido incluso borrar los conceptos clave que teníamos para analizar la sociedad, de forma que casi nadie hace análisis de clase con cara y ojos. Aun así, es un análisis totalmente necesario. Hay que distinguir, cuando hablamos de clases sociales, entre su existencia como grupos diferenciados y la formulación de un proyecto político propio”.

    La ofensiva ideológica neoliberal ha sido tan potente que ha conseguido incluso borrar los conceptos clave que teníamos para analizar la sociedad, de forma que casi nadie hace análisis de clase con cara y ojos. Aun así, es un análisis totalmente necesario. Hay que distinguir, cuando hablamos de clases sociales, entre su existencia como grupos diferenciados y la formulación de un proyecto político propio. En este momento las clases sociales no solo existen, sino que sus posiciones en relación en los recursos que obtienen, a las oportunidades de acceso al poder y de conseguir sus reivindicaciones, se han ido distanciando, de forma que las desigualdades son más profundas de lo que eran a finales del siglo XX. Es decir, la clase trabajadora, en su conjunto diría que mundial, se encuentra en una situación peor, con sectores que están al umbral de la pobreza; a la vez, pero, por una serie de razones, no tiene ni un ideario ni un proyecto político propio. Cuando, angustiada por su situación, busca una salida política, no la encuentra en el que es su bando natural, y en muchos casos cae en la trampa de la extrema derecha, pensando que podrá cambiar esta situación adversa.

    Tres son las grandes razones que nos han conducido hasta aquí: la primera y obvia, el desastre del socialismo real, que enterró por muchos años la posibilidad de un proyecto revolucionario por la izquierda; la segunda, la participación de los partidos socialdemócratas en los gobiernos, necesaria y bienvenida, pero que, arrastrados por la oleada neoliberal, han sido cómplices del crecimiento de las desigualdades, decepcionando a gran parte de la ciudadanía. Y la tercera, la propia debilidad de la clase trabajadora, debida a causas diversas: la pérdida de instituciones y formas culturales propias, anorreadas por los gobiernos y medios de comunicación neoliberales; la convicción, durante la etapa de disminución de las desigualdades, que muchas de las personas que forman parte habían accedido a ser clase media; y también, y no menos importante, el desequilibrio que se ha producido durante mucho tiempo entre la oferta y la demanda de trabajo: un exceso de mano de obra disponible, debido en parte a las deslocalizaciones, que ha hecho muy difícil la negociación y mejora de las condiciones de trabajo y de los salarios.

    “Hace falta pues, un esfuerzo para rehacer las instituciones, y los sindicatos como CCOO. son una pieza clave. Rehacer el sentido de clase de los trabajadores y trabajadoras, y construir la unidad, que supone poder englobar sus sectores más débiles”.

    Pero la posibilidad que la extrema derecha llegue al poder es estremecedora, porque implica, generalmente, la suspensión de la democracia, y a partir de aquí ya todo es posible. Así que hay que actuar rápidamente para reconstruir un proyecto de izquierdas que movilice la clase trabajadora y le permita rehacer sus propios objetivos. Hace falta pues, un esfuerzo para rehacer las instituciones, y los sindicatos como CCOO. son una pieza clave. Rehacer el sentido de clase de los trabajadores y trabajadoras, y construir la unidad, que supone poder englobar sus sectores más débiles, los inmigrantes, para evitar las tendencias ultranacionalistas con que juega la extrema derecha, son, en mi opinión, acciones que hay que emprender con rapidez.

    Hay, desde mi punto de vista, una circunstancia que puede favorecer el fortalecimiento de la clase trabajadora: una circunstancia de tipo demográfico, muy clara en el caso español. El año 1975 un 27,26% de la población española tenía entre 0 y 14 años. El año 2020, solo un 14,26% de la población se encuentra en esta franja de edad. La reposición de la fuerza de trabajo no está asegurada, y lo empezamos a ver en la carencia de personal de determinados sectores económicos. La inmigración no lo resuelve, no tiene las características que se piden. Se abre, pues, un periodo en el que la fuerza de trabajo puede recuperar fortaleza y capacidad de negociar. Es urgente que la utilice para convertirse de nuevo, no en una clase, que ya lo es, sino en un actor político con proyecto propio.