Revista Perspectiva | 26 abril 2024.

¿Somos cómplices del capitalismo de vigilancia? Desigualdad y romantización del control a través de las redes sociales

    Las redes sociales se han incorporado a nuestra vida convirtiéndose en una extensión del yo. Para muchas personas suponen un pilar fundamental a través de las cuales desarrollan sus relaciones íntimas, familiares, laborales y sociales, que se conciben no como espacios diferenciados, sino como un continuum en el que se mezclan lo online y lo offline.

    11/04/2023. Marian Blanco-Ruiz, profesora de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Rey Juan Carlos
    ¿Somos cómplices del capitalismo de vigilancia? Desigualdad y romantización del control a través de las redes sociales

    ¿Somos cómplices del capitalismo de vigilancia? Desigualdad y romantización del control a través de las redes sociales

    Esta tendencia a la conectividad ha llevado a una asunción acrítica de la creciente monitorización de nuestros comportamientos a través del Internet of Things, lo que conlleva una pérdida de control sobre nuestros datos personales más íntimos y unas consecuencias socioeconómicas que, en muchos casos, se subestiman o están siendo obviadas frente a la oportunidad de acceso al contenido. 

    Estos espacios digitales, ya sean aplicaciones o páginas web, recopilan los datos de las personas (cosificadas en usuarios) para agruparlos en clusters o grupos de perfiles y, así, poder lucrarse vendiendo esa información a los distintos operadores. La presencia de algoritmos de recomendación y la estratificación de los perfiles en función de la popularidad o de nuestros comportamientos son el modus operandi habitual de todas las aplicaciones, en las que se terminan reproduciendo nuevos sistemas de clases que se superponen a los sistemas de opresión social ya existentes. 

    Esta coyuntura ha transformado radicalmente la esfera pública, que está siendo controlada en gran medida bajo el dominio de grandes corporaciones que tienen el control de las aplicaciones y, por ende, de los datos que se generan en ellas a través de nuestras interacciones). Esta situación ha sido calificada por Shoshana Zuboff como capitalismo de vigilancia (surveillance capitalism en inglés). Empresas como Meta (anteriormente conocida como Facebook), Google, Twitter o Netflix, ejercen una notable influencia sobre la sociedad y son capaces de transformar y controlar tanto la esfera pública a nivel internacional, como también la íntima. 

    Más allá del volumen de negocio que generan las distintas empresas que operan en el ecosistema digital y mediático, se debería reflexionar sobre cómo a través de estas lógicas de mercado insertas en el entorno digital se está contribuyendo a perpetuar, de forma más abrupta si cabe, las desigualdades. Internet y los entornos digitales no son ajenos a los componentes ideológicos y a las lógicas de poder. Parafraseando a Karla Mantilla, Internet es esencialmente antinatural y no hay nada inevitable en las prácticas, discursos y comportamientos que surgen en él. 

    Por ello, resulta crucial reflexionar sobre las relaciones de poder inherentes a las plataformas digitales, considerando, como ya aludía hace más de una década Remedios Zafra, «quién hace qué en la Red» y «de qué manera se beneficia de dicho trabajo» quien perpetúa la desigualdad de género. Y si a esta mirada incorporamos la perspectiva interseccional, comprobaremos que los sesgos discriminatorios de género, raza, capacitismo y clase se perpetúan en la generación y utilización de los datos a través de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs). Entonces, ¿por qué cada vez se emplean más sistemas de inteligencia artificial para la selección de personal que perpetúan el “efecto John y Jennifer” ?, ¿por qué se siguen empleando los filtros de TikTok o Instagram que hacen percibirse con la piel más blanca?, ¿por qué se sigue censurando la exhibición de pezones femeninos? Estas cuestiones, aunque a menudo presentadas como noticias anecdóticas, reflejan la asunción de forma acrítica y casi natural de las lógicas de poder de las redes sociales por la gran mayoría de la sociedad. Sin embargo, estos ejemplos de misoginia y racismo son sólo la punta del iceberg en cuanto a cómo se está reproduciendo el status-quo y la dominación masculina en las TICs. 

    Las empresas tras las aplicaciones, redes sociales, buscadores, chatbots… no tienen como objetivo una sociedad más justa, democrática e igualitaria. Por el contrario, buscan satisfacer las expectativas de sus clientes, los cuales, a su vez, son su producto, moldeando de esta forma esas expectativas (transformadas en necesidades) según una serie de algoritmos y métricas que les estratifican socialmente y les conduce a una intimidad mediatizada y moldeada.

    El diseño mismo de las redes sociales y entornos virtuales, a través de los likes, comentarios, doble-check… nos hace cómplices de esta realidad, al introducirnos al control de la actividad digital de otras personas como algo natural e inherente al uso de estas plataformas. Mediante una ilusión de horizontalidad, en la que cualquier persona puede participar con un perfil, se introducen conductas de control generalizadas que se normalizan sin ser cuestionadas. Quién le ha dado «me gusta», quién ha comentado un post, quién ha compartido una publicación… romantizan el control sobre terceras personas y pasan desapercibidas para la sociedad. 

    Es cierto que las redes sociales y la tecnología en general nos brindan oportunidades para eliminar barreras físicas, conectarnos y aprender. Sin embargo, también es importante reconocer que estas herramientas han sido diseñadas por grandes empresas que no persiguen la igualdad, sino que buscan mantenernos el mayor tiempo posible en su web, controlados a través de algoritmos y métricas que nos estratifican socialmente. Y esta situación de desigualdad está afectando en mayor medida a las mujeres. Si en el mejor escenario la igualdad de género se tardaría 60 años en alcanzar en la Unión Europea, ¿por qué tenemos que resignarnos a que en el diseño de las plataformas digitales del futuro se esté construyendo en dirección opuesta a la igualdad? Debemos trabajar para crear una Red más justa e igualitaria.