Revista Perspectiva | 29 marzo 2024.

¿Capitalismo de vigilancia: un concepto útil para la izquierda?

    El auge de las tecnologías digitales ha desencadenado toda una retahíla de debates sobre el estado del capitalismo global. En muchos casos, las posiciones progresistas han oscilado entre una obsesión excesiva con el apellido (capitalismo digital, capitalismo de plataforma, capitalismo cognitivo) y bastante poco sobre las lógicas inherentes y estructurales de este sistema. Quizá la mejor expresión de ello sea el libro de Shoshana Zuboff La era del capitalismo de vigilancia (Paidós, 2020), donde la profesora de negocios de Harvard realiza una crítica de casi 1.000 páginas sobre las lógicas que guían a Google y Facebook para terminar abrazando una visión más ética o humana de la tecnología, como la de Apple, pues esta empresa respeta la privacidad.

    11/04/2023. Ekaitz Cancela, periodista e investigador, autor del libro Utopías Digitales. Imaginar el fin del capitalismo (Verso, 2023)
    ¿Capitalismo de vigilancia: un concepto útil para la izquierda?

    ¿Capitalismo de vigilancia: un concepto útil para la izquierda?

    Desde los movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos y otras organizaciones democráticas de masas hemos de resistirnos con todas nuestra fuerzas a estos cantos de sirena que llevan casi una década enmoheciendo nuestros debates políticos sobre la tecnología, casi siempre reducidos a una cuestión sobre las libertades individuales u otros derechos liberales, en lugar de problematizar los derechos de propiedad y acceso a las infraestructuras tecnológicas.

    Como argumentaba Evgeny Morozov en una larguísima reseña crítica sobre el libro de Zuboff, que en español apareció bajo el nombre Los nuevos ropajes del capitalismo en dos entregas publicadas en El Salto, este libro deja fuera de su marco de análisis los conflictos entre clases sociales que se producen en la era digital. En su lugar, realiza una diatriba sobre cuál es el funcionamiento óptimo y eficiente de los mercados y reduce todas las lógicas del sistema a una relación entre compradores o consumidores y vendedores o productores.

    Pero, ¿por qué debiera importarnos más lo que Zuboff denomina el “excedente conductual”, a saber, la expropiación de datos, que la explotación económica detrás del desarrollo tecnológico? No es acaso extremadamente eurocéntrico pensar que el mero hecho de que Silicon Valley recopile datos de comportamiento sobre la población occidental para desarrollar mejores mercancías publicitarias es más importante que la masa de mujeres del Sur global que están detrás de los chatbots, que sean poblaciones racializadas de África quienes entrenan a la inteligencia artificial de manera casi gratuita para las empresas, que quienes extraigan los materiales para el desarrollo de los dispositivos –en muchos casos trabajadores del sudeste asiático– se encuentran en situación de semi-esclavitud, o que la plétora de trabajadores de la mal llamada economía colaborativa –esos que componen un nuevo ejército industrial de reserva digital– no dispongan de ninguna herramienta de negociación colectiva.

    Por otro lado, si nos fijamos únicamente en el comportamiento de los usuarios con buena conexión a internet en el Norte global, también dejamos de problematizar otras consecuencias violentas de la expropiación de datos, como el enorme gasto energético o de otros recursos naturales como el agua o el coste ecológico de la tecnología que usamos. Dado este contexto, la pregunta no es solo si la “vigilancia” es el concepto más importante a la hora de denunciar este sistema, sino que quizá nos plantee preguntas incorrectas, lo cual además nos puede impedir problematizar otros problemas relevantes. 

    En este sentido, y a riesgo de realizar una provocación reduccionista, ¿no estaríamos muchos de nosotros a favor de un socialismo de la vigilancia? Me refiero a un sistema distinto al capitalismo autoritario chino o que no recuerde a las distopías de Orwell: un arreglo socio-técnico donde nuestros datos estén socializados, sometidos a criterios de privacidad por diseño y encriptados, donde un sistema descentralizado que los trate como un bien común (los datos solo se puede compartir para mejorar los servicios públicos que disfrutan todos, pero no pueden estar en manos de Silicon Valley o de los usuarios, como si se tratara de un sueño húmedo neoliberal). Sería un sistema, de hecho, como el actual, donde el médico de cabecera de turno tendría acceso a los datos de cada paciente, pero donde la masa de información que generamos facilitara la predicción sobre posibles enfermedades futuras en nuestra sociedad. ¿No sería ese tipo de vigilancia deseable?

    Si es así, ¿por qué estamos perdiendo el tiempo con lecturas que tratan de hacer del capitalismo un sistema un poco más humano mediante críticas banales y no estamos imaginando alternativas digitales más justas y democráticas al capitalismo?