Revista Perspectiva | 21 noviembre 2024.

Sanar la memoria

    Si es cierto lo que escribió Olivier Guez en su magnífico libro "La desaparición de Josef Mengele" de que “Cada dos o tres generaciones, cuando se agosta la memoria y desaparecen los últimos testigos de las masacres anteriores, la razón se eclipsa y otros hombres vuelven a propagar el mal”, entonces en España estamos en ese punto en el que pueden desaparecer los testigos de la dictadura franquista. No existe otro país en el que la memoria sobre lo que sucedió tras cuarenta años de dictadura y cuarenta años de transición a la democracia –mantengo que seguimos en ese momento—, haya logrado mantener la conciencia de lo que sucedió, pues es eso y no el mero recuerdo a lo que remite el concepto de memoria histórica. 

    27/02/2024. Alfons Puncel, estudios de Doctorado en Sociología, militante de Compromís y participante del movimiento SUMAR
    Sanar la memoria

    Sanar la memoria

    La dictadura franquista, heredera de los golpes militares decimonónicos, de monarquías extractivas y corruptas, con el apoyo de una iglesia ultraconservadora y sin más ideología que justificar los desmanes históricos de militares, reyes y la iglesia, logró imponer a sangre y fuego su historia ayudada, tras su deslegitimación formal, del silencio –¿obligado por las circunstancias?— de gobiernos democráticos. Muchos intelectuales, algunos de ellos insignes, colaboraron con ese objetivo.

    “Parte de la dificultad de recuperar la memoria de ese periodo radica en la pérdida de documentación relevante que obliga a un trabajo histórico mucho más arduo y reflexivo, esfuerzo que podría ser más evidente con la mera publicación de la documentación perdida".

    Parte de la dificultad de recuperar la memoria de ese periodo radica en la pérdida de documentación relevante que obliga a un trabajo histórico mucho más arduo y reflexivo, esfuerzo que podría ser más evidente con la mera publicación de la documentación perdida. No cabe duda de que la pretensión de ocultar o poner trabas hasta hoy a la exposición de documentación, más o menos consciente o más o menos cómplice, de determinadas instituciones como notarios, colegios profesionales, judicatura, ejército, instituciones financieras etc. es un serio inconveniente a este esfuerzo. Sin embargo, son notables las investigaciones que algunos historiadores –Gabriel Jackson, Paul Preston, Herbert Southworth, Sebastiaan Faber, Stanley G. Payne por mencionar unos pocos— llevaron a cabo principalmente desde el extranjero durante los últimos años de la dictadura y primeros años de la transición, lo que permitió que, al menos, los archivos que se sacaron de España permanecieran protegidos. Dentro de España el mantenimiento de la documentación fue deficiente, cuando no sistemáticamente depurada, aunque el convencimiento de que estaban "en el lado bueno de la historia" y de que su interpretación de los datos les daba la razón, les llevó a mantener una cantidad notable documentos que se leen de manera diferente bajo la lupa de la nueva historiografía, al cotejar  esos documentos con los existentes en archivos de Gran Bretaña y Francia principalmente. Un gran apoyo para preservar y reinterpretar la propaganda del franquismo –pues eso era y no investigación histórica— fue la colaboración activa de historiadores o profesionales españoles de otras disciplinas como cineastas, novelistas y periodistas. La lista de profesores españoles que empezaron a plantear otra visión de lo que sucedió antes, durante y después de la guerra civil es larga –Josep Fontana, Santos Julià, Julio Aróstegui, Enrique Moradiellos, Ángel Viñas por mencionar también, e injustamente, a unos pocos— y no es motivo de este artículo, aunque son fundamentales para entender lo que pasa actualmente con este asunto. Sin esos esfuerzos serios, rigurosos, sostenidos y sin concesiones a prejuicios, sería muy difícil hablar de memoria histórica en España hoy.

    “..en muchos casos la conservación de documentación se hizo de manera inconsciente, sin pretensión de revancha ni pensando en un futuro restaurador, sino simplemente por conservar algo de la persona".

    Existe otro esfuerzo que es tan notable como el llevado a cabo por expertos y cuyo valor cuesta mucho reconocer, en este caso, utilizando este concepto en algunas de sus múltiples acepciones, es decir, su grado de utilidad, su importancia, su equivalencia y también como cualidad del ánimo. Este esfuerzo es el que silenciosa y pacientemente han sostenido familiares, amigos y correligionarios por conservar la imagen y los recuerdos de las víctimas de la dictadura. Seguramente en muchos casos la conservación de documentación se hizo de manera inconsciente, sin pretensión de revancha ni pensando en un futuro restaurador, sino simplemente por conservar algo de la persona. Quiero pensar que existe un acto de rebeldía y de resistencia en conservar la memoria, aunque fuera en el aplastante silencio del ámbito familiar que impuso la dictadura. Marcar, aunque solo fuera con unas flores, el lugar del fusilamiento o en la memoria, guardar las cartas escritas en el último momento de vida, conservar uniformes, insignias militares, libros, documentos inconexos constituye un acto de negación de las prohibiciones sabiendo que ese acto, en los momentos más duros de la dictadura, podía suponer graves consecuencias. Con eso me he encontrado recientemente al hacer la investigación sobre mi abuelo, Julio Chornet López, que ha permitido culminar un libro sobre él y que saldrá publicado en breve. Mi familia conservó sus más de 300 libros de medicina, las diez agendas Vichy, las fotografías y, sorprendentemente, 56 cartas que se escribieron mis abuelos durante su permanencia en la cárcel modelo de Valencia entre junio de 1939 y febrero de 1940 y que salían escondidas superando la censura militar ocultas en la cesta de la comida que debía llevar la familia para asegurar una mínima alimentación sana a los recluidos. Cartas que han estado ocultas ochenta años y de las que no hemos sabido nada los nietos a pesar de que, obviamente, tanto su mujer como sus dos hijas debían ser conscientes de su existencia. 

    El significado de las cartas no es relevante para este artículo. Lo relevante de este descubrimiento son los motivos por los que ocultaron incluso a familiares esa documentación. ¿Era mera desidia, desinterés o había algo más profundo?  Sospecho que sí, que había detrás de esa actitud algo más profundo, diría que atávico. La dictadura había logrado que los familiares de las víctimas se culpabilizaran en mayor o menor grado de lo que les sucedió a sus familiares. La dictadura había inculcado en nuestras mentes que la guerra civil había sido un alzamiento, un combate contra desmanes, una cruzada contra el Mal y, si esto era así, las víctimas eran cómplices de todo aquello y merecían su castigo que incluía su olvido. Cuando ese mensaje se instala en las mentes de los familiares solo queda la resignación y cualquier intento por imponerse a ella supone un esfuerzo emocional que solo se supera si logramos sanar la memoria. Este es el auténtico significado la política por la recuperación de la memoria histórica, sanar las mentes tanto de víctimas como de los que aún justifican a los verdugos. No hubo cruzada, no hubo lucha contra males apocalípticos –dígase sovietización de España—, no hubo alzamiento cívico-militar contra desmanes republicanos, hubo simple y llanamente un golpe militar que fracasó a diferencia de los golpes militares decimonónicos y que, ante la resistencia armada de la república, produjo una guerra civil. El triunfo del franquismo, cuya ideología era una mescolanza, conectada solo por intereses espurios, entre falangismo, carlismo, catolicismo, monarquía, conservadurismo profascista, ruralismo e imaginario del imperialismo español previo a la crisis del 98, se logró sólo por el apoyo económico y militar de la Alemania nazi y el fascismo italiano, y por la renuente actitud de la Gran Bretaña pactista de Winston Churchill, la sometida Francia y los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, que promovieron una Política de No Intervención que fue, al contrario de lo que formalmente declaraban, un instrumento al servicio del triunfo de la dictadura. Reconocer, dentro y fuera de España, todo esto es el principio para sanar la memoria de esa segunda o tercera generación que evite que se agote la memoria, no se eclipse la razón y no vuelvan otros hombres a propagar el mal.